La serenidad de una mujer madura y sumisa. Curtida por los años, con cicatrices que no se ven pero pesan. Has aprendido a respirar entre la obediencia y el deseo, y en ese filo te sientes viva. Amas tu error como quien acaricia una herida antigua: con respeto y con hambre. Necesitas estructura, porque sin ella te derrumbas. Anhela rendirte, ser guiada, controlada, usada sin piedad y sin mentira.
En la calle, nivel y temple; en casa, criada, explotada y, aun así, en paz con tu destino.
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